Conforme avanza la edad de una persona, las enfermedades vinculadas al sistema cardiovascular se convierten en uno de los mayores riesgos para la salud. Monitorear la salud implica vigilar diversos parámetros, aunque hay algunos que se pueden revisar para mantener bajo control.
Un ejemplo es la presión arterial, que indica la fuerza con la que la sangre circula por las vías sanguíneas. Cuando estas se contraen, la sangre tiene menos espacio para circular, lo que puede aumentar la presión arterial
Este indicador permite conocer el estado del sistema cardiovascular, ya que las altas presiones se relacionan con fallos. Vigilarla permite a los expertos intervenir de forma preventiva para evitar enfermedades mortales, que son una de las principales causas de muerte en países desarrollados y en personas de mayor edad.
Para medir la presión arterial se utilizan los milímetros de mercurio (mmHg o mm Hg), que no es una unidad de presión estándar en el sistema métrico decimal. Esta medida se usa porque en el pasado la presión se medía con esfigmomanómetros de mercurio, aunque en la actualidad su uso ya no es habitual.
La medida de presión arterial también es doble, ya que mide tanto la presión máxima que se alcanza cuando el corazón bombea sangre (presión sistólica), como la presión mínima en las arterias cuando el corazón recibe la sangre en lugar de empujarla (presión diastólica).
Aunque hay variaciones entre todas las personas, se considera presión normal aquella que está por debajo de 120 y 80 mm Hg, es decir, presión sistólica y diastólica.
Por encima de 120, pero por debajo de los 130 mm Hg, ya se puede considerar elevada. Si está entre los 130 y 140 mm Hg, se puede considerar hipertensión.
En el caso de la diastólica, se consideran niveles normales-altos hasta los 90 mm Hg, siendo considerada hipertensión por encima de ese punto.
Por otro lado, está la hipotensión, donde la presión es demasiado baja, y a pesar de ser menos peligrosa, también tiene sus riesgos. Se considera cuando la tensión no baja de entre 90 y 60 mm Hg, causando síntomas como mareos o desmayos, aunque también puede llevar a consecuencias más graves, que pueden llegar a ser letales.
Los cuidados y prevenciones
Lo ideal es mantener la presión arterial bajo control. Para esto, existen guías que permiten prevenir la hipertensión y gestionarla adecuadamente.
Entre los consejos para mantenerse en niveles saludables, el más recomendado es el ejercicio. Se debe evitar el sedentarismo y mantener actividad en el día a día, por ejemplo, caminando. También, hacer ejercicio aeróbico de forma regular puede ayudar, aunque siempre es recomendable consultar a un especialista.
Otra recomendación es alimentarse de forma saludable, como aumentar el consumo de frutas y verduras, reducir los ultraprocesados y azúcares, ya que algunas pautas alimentarias, como reducir la sal de la dieta, se relacionan con una mejora en la salud cardiaca.
Para mantener esta condición, se puede aumentar el consumo de potasio, que funciona como electrolito y puede contrarrestar parte de los efectos del sodio, además de ayudar a que el ritmo cardíaco se mantenga constante.
También, el consumo de fibra se relaciona con una mejor salud cardiovascular, no tanto por su interacción con la sal, sino por ayudar a mantener más estables los niveles de azúcar en la sangre.
Un factor más de riesgo es el tabaco, que se suele asociar principalmente a una peor salud pulmonar y al cáncer, pero que también puede perjudicar la salud cardiovascular. En el caso del alcohol, su consumo no es recomendado.
Además hay otras razones, como padecer diabetes, la masa corporal, el sobrepeso, la edad, genética y los hábitos de una persona.
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